Las montañas rusas yacen oxidadas
Los espejos del laberinto se han cansado de sí mismos
Los tiovivos brillan inmóviles
Y los juegos de tiro al blanco se han desmoronado
El aroma a algodón dulce se ha desvanecido
y el olor a hierba recién cortada flota mediocre.
Los puestos de palomitas están vacíos
y los puestos de agua y limonada crujen grises.
El parque de atracciones ha muerto
y sus almas se han marchado
dejando atrás un lugar hueco
pero lleno de recuerdos y sombras
Sólo queda el viento aullando
Y las nubes nubladas
En este parque fantasma:
una poesía de desolación y abandono
que resuena entre la multitud ausente.