Viernes y veinte. Agosto y mar.
La luna eje que teje sombras.
Qué duro ser romántico,
qué estúpido decir
que te quiero o que soy
un pobre hombre que no
sabe de letras ni de números,
ni siquiera de bizcos.
La lluvia no llegó,
tanto que la esperábamos,
tuvimos que tragarnos todo el sol
y ahorra qué, en esta noche,
qué va a poder decirte este poeta
si no es te quiero, sí, si no es te quiero.
Esto es lo malo del romanticismo, digo:
¿pues no estaba el poeta para cargar
las armas de futuro? Vaya fracaso el mío.