Kopano Matlwa

"Nuez de coco" (2020), "Florescencia" (2018). Alpha Decay

LORESCENCIA_KOPANO_MATLWA

Kopano Matlwa pertenece a la primera generación born free en Sudáfrica, y este es uno de los temas más presentes en su literatura. Especialmente, es el eje que articula su primera novela, Coconut o Nuez de coco. Es así como se denomina a un sector de la población sudafricana: jóvenes cuyas familias han alcanzado cierta prosperidad tras el fin del apartheid, negros por fuera y blancos por dentro, como la nuez de coco. Porque, claro, “prosperidad” es todo aquello que se acerque al modo de vida de los blancos.

En medio de este marco conocemos a Ofilwe, una coconut que intenta reconectar con sus raíces negras; y a Fikile, una chica que, desde la pobreza, alberga un hondo sentimiento de desprecio por su propia raza, y cuyo único objetivo es llegar a vivir como una blanca.

A través de estos dos testimonios se dibujan las dolorosas secuelas que dejó el apartheid, y cómo los conflictos de raza se metamorfosearon en conflictos de clase (¿hay, en realidad, alguna diferencia?). El fantasma de la supremacía blanca sigue planeando sobre un pueblo que no deja de sufrir, y el resultado es una multitud de jóvenes con una identidad fracturada, y un sentimiento de racismo multidireccional: los blancos odian a los negros, y los propios negros también. Como siempre, gana la banca.

Diez años después de Nuez de coco, Kopano Matlwa publicó Florescencia, aunque ésta fue la primera que se editó en España. La cuestión de la raza sigue estando presente, pero esta vez de una forma mucho más amarga y desgarrada. Masechaba es una médico que intenta dar lo mejor de sí misma en un sistema sanitario precario, y de nuevo, xenófobo; mientras escribe mails a su hermano muerto y lidia con sus fuertes dolores menstruales.

Su angustia vital se instala en el lector, que pasa las páginas con la sensación de que cualquier atisbo de esperanza vendrá sucedido por un desastre mayor. Masechaba salpica todo ello de crudas reflexiones sobre la vocación en la medicina, asediada por un continuo sentimiento de culpa: ¿es lícito desear la muerte de un paciente, en el conocimiento de que, con los escasos recursos disponibles, nada se puede hacer para salvar su vida?

“A altas horas de la noche aprendes muchas cosas: que si lloras mientras orinas con la cabeza entre las piernas las lágrimas se acumulan en las pestañas, de modo que cuando vuelves a urgencias no tienes surcos en las mejillas, sino estrellas ante los ojos.”

Llega a refugiarse en su propio dolor físico, que condiciona por completo su vida y su percepción de sí misma, para evadirse de la desesperación que siente ante la vida real. En una familia dominada por las supersticiones, siente que cualquier desgracia que le ocurra es un castigo por su comportamiento sexual, y pasa buena parte de la novela rezando. Sin embargo, eso no evita que al final del relato conozcamos cómo las violaciones correctivas se utilizan (aún) como arma política para silenciar a las mujeres, más vulnerables si cabe en una atmósfera plagada de violencia y odio.

En ambas novelas hay tintes autobiográficos, ya que Matlwa es, en efecto, una coconut, se educó en un centro al que no habría podido acceder durante la segregación racial, y después se licenció en Medicina, profesión que hoy sigue ejerciendo. Mientras algunas voces la proclaman “la Chimamanda sudafricana”; ella, a través de su fría y directa prosa, nos abre los ojos a una problemática que, fuera de África, se consideró extinta tras el fin del apartheid: Sudáfrica está muy lejos de haber sanado sus heridas.

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