Desfachatez Jurásica

La cosa, en realidad, trata sobre la percepción que con el paso de los años, tiene uno sobre sí mismo. La mía en algunos casos, me crea una sensación de desdoblamiento bastante curiosa. No he sido capaz de entender las razones, por muy mías que fuesen, que me llevaron a hacer las cosas de aquella manera, y aunque soy consciente de que intentar comprenderlas está muy por encima de mis posibilidades, lo que sí que voy a hacer, es exorcizar el bochornoso suceso escribiendo sobre ello.

Sucedió mientras “estudiaba” 1º de B.U.P. la asignatura de ciencias naturales para ser más exactos. El profesor nos mandó hacer un trabajo sobre dinosaurios, lo cual me pareció estupendo, porque siempre han sido unos bichos que han contado con mi simpatía.

Cuando llegó el día de la presentación de trabajos, quedé perplejo ante la homogeneidad que, tanto en estilo, como en forma, destacaba en los trabajos de mis compañeros. Curros perfectamente mecanografiados en Word, con una gran profusión de esquemas, tablas de Excel, y fantásticos dibujos de múltiples saurios. Yo, por mi parte y por razones que, repito, no soy capaz de entender, entregué un trabajo escrito a mano sobre unas hojas de libreta de cuadricula, grapadas por la esquina superior izquierda, donde me limitaba a hablar sobre “Parque Jurasico”, peliculón de Spielberg que acababan de estrenar, y que alternaba renglones torcidos, con fotos de la película, pero no de los velociraptores, ni del triceratops, ni siquiera del rex, eran fotos de Laura Dern, Sam Neill, Jeff Goldblum, Richard Attenborough e incluso alguna de Wayne Knight…

Ni una maldita foto de un dinosaurio en todo el trabajo. Además, para acabar de redondear el asunto, había utilizado tanto pegamento, que las hojas habían adoptado una nueva textura entre húmeda y acartonada, que daba un poco de grima tocar.

Aun no lo habíamos entregado y ya se había corrido la voz. La muchachada se acercaba a mi pupitre, para ver si aquella desfachatez jurásica de la que hablaban los de las primeras filas era cierta, y vaya si lo era. A esas alturas, con un ego totalmente embriagado de satisfacción, interpretaba las risas de mis compañeros como muestras de admiración. Risas que cesaron en cuanto me acerqué a la mesa del profesor para entregar aquel despropósito húmedo y acartonado. En ese momento los empollones de la clase vieron con claridad que jamás sería uno de los suyos, y los de mente mas dispersa decidieron que, al menos ese día, me había pasado de largo su confortable gueto.
Hoy en día, 28 años después de aquello, sigo intentando sin éxito encontrarle algún sentido, aunque confieso que al escribir estas líneas, el recuerdo de la cantidad ingente de pegamento que utilicé, ha abierto nuevas vías de investigación.

Si has llegado a este punto de la historia, y dependiendo de qué tipo de persona seas, seguro que te estás relamiendo de gusto, o compadeciéndote de mí, pensando en el suspenso que debió de suponer la realización del trabajo cretácico de marras…
Pues que sepas que aprobé, y no solo eso, además pase a 2º de B.U.P. Curso que fue para mí, algo así como “Critters 3” debió ser para DiCaprio.

Pero eso es otra historia.

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