Demasiado silencio, demasiado tiempo

Para desenterrar algo que está oculto en la arena solo hace falta una pala. O un documental, como el recién estrenado en Netflix sobre la trayectoria de Héroes del Silencio, que nos ha devuelto al primer plano de la memoria algo que, por otra parte, no habíamos conseguido olvidar del todo. Porque con Héroes pasa como con esos libros que no terminan al leerlos. Paradójicamente, cuando recibimos la noticia de la disolución de la banda no lloramos enseguida, algo que no ha ocurrido ahora.

Nadie se imaginaba al escuchar La espuma de Venus, allá por 1995, que se convertiría, cronológicamente hablando, en el último tema de la historia de la banda. Por eso, cuando suena ahora de manera aleatoria en cualquier equipo de reproducción, a uno no le queda más remedio que dejar lo que esté haciendo en ese momento y quedarse quieto a atenderla, como en la película aquella de El incidente, de M. Night Shyamalan, con la diferencia de que aquí los árboles son guitarras.

La separación de la banda nos pilló a todos demasiado jóvenes, tanto que ni siquiera ellos estaban preparados, y, posiblemente, de haber sabido que el tiempo pasa rápido, hubieran hecho las cosas de otra manera. Pero si hay algo que ha dejado claro el documental es que no supieron ni quisieron distanciarse de sus problemas. Y en esa huida hacia delante, “el buque” -como ellos se llamaban a sí mismos-, acabó por alejarse demasiado de la orilla. Y de vez en cuando nos parece escuchar voces que vienen del otro lado de la bahía, y queremos pensar que se trata de la tripulación de ese buque fantasma en mitad de la niebla, pero para nuestro desconsuelo, cuando ésta se dispersa nunca hay nada. Y uno se pregunta entonces con qué sueñan los fantasmas.

No cabe duda de que hay algo generacional en el deseo de que regresen a casa. A quienes nos pilló el instituto en algún periodo de los 90, la vida se reducía a llevar la camiseta de una banda de rock y poco más. Con suerte, también a que alguna chica te hiciera un mínimo de caso, pero eso casi nunca ocurría. Y cuando pasaba y acababas yendo una tarde de invierno al cine con ella y acompañándola luego a casa bajo su paraguas, te sorprendías a ti mismo guardando después la entrada en la misma caja en la que coleccionabas recortes de periódicos de Héroes. Y los veías allí vestidos de negro, muy serios. Había algo en su mirada que nos recordaba a aquellos vampiros de Jóvenes Ocultos. Y toda una generación quisimos ser así.

Es por eso que, al terminar de ver el documental, uno se siente como cuando enciende una hoguera en la playa el último día de verano y se queda un rato mirando las cenizas cuando los demás ya se han ido. Porque Héroes se convirtió en la toma de tierra de unos jóvenes que comprendimos la vida a través de sus canciones. Ellos nos vertebraron el paso de la adolescencia al mundo adulto. Las lágrimas secas que todavía se pueden apreciar a día de hoy en el asfalto del circuito de Cheste dan fe de ello.

Se está comentando mucho estos últimos días que el documental de Alexis Morante debería haber profundizado más en, precisamente, cómo se gestó esa gira de reunión en 2007 y qué fue de ellos al terminar. Yo siempre he pensado que la culpa de que no volvieran antes o no lo hayan hecho después no la han tenido ellos, sino nosotros. Cualquiera que haya seguido a Bunbury en su carrera en solitario sabe que muchos le hicieron la vida imposible, y es probable entonces que Enrique se equivocara de enemigo y se centrara en tratar de derrotar a ese seguidor que boicoteaba sus conciertos y apostaba a que regresaría con Héroes “cuando le faltara el dinero”. Y derrotar a ese seguidor significaba para él, básicamente, no juntarse jamás con la banda.

Pero a veces ocurre algo, un recuerdo quizás, una huella mal borrada en la escena de un crimen o una foto antigua que aparece de la nada y que bajo otras circunstancias se hubiera pasado por alto, que le hace a uno replantearse las cosas. Y quizás esa fuera la razón de aquella gira de diez conciertos. Lo que Bunbury es posible que todavía no sepa es que ya no hay ninguna guerra en la que luchar ni nadie quiere verle ya saltar en mil pedazos. La batalla ha terminado antes de que su coraje se diera por vencido. Y su arma ha sido, curiosamente, sacando discos maravillosos en solitario que han hecho ponerse de rodillas a todos esos fundamentalistas. Y viendo el documental, uno se da cuenta de que quizás Enrique también haya reparado en ello. La mirada extrañamente sensible y amable hacia el pasado puede deberse a que acabara de comprender que algo que sentía que sería suyo para siempre, lo estuviera abandonando poco a poco. Y es que, durante muchos años, Bunbury ha querido olvidar algo sin querer recordar del todo lo que sucedió en aquel hotel de Tijuana que supuso el final del grupo. Es cierto que, cuando se separaron, ya hacía tiempo que las cosas no eran como antes, pero tampoco lo son ahora. El mismo silencio que entonces les separaba, quizás ahora sea la razón que los vuelva a unir. Tal vez haya sido demasiado silencio demasiado tiempo.

Leo estos días en los foros acerca de cuál es la primera canción de Héroes que ha escuchado la gente tras ver el documental. Hay hasta encuestas por ahí donde, al parecer, va ganando Mar adentro seguida muy de cerca por Maldito duende. Como curiosidad, veo que, salvo La chispa adecuada, el resto del top ten está compuesto por temas de los dos primeros álbumes, lo que da por pensar que quizás Bunbury, después de todo, no estaba tan equivocado como creíamos cuando pedía un cambio en el sonido del grupo. En mi caso, al ver la pregunta de la encuesta me paré a pensar en cuál sería mi elección y, por lo que sea, acabé poniéndome el disco en solitario de Valdivia, Trigonometralla, e imaginándome que la voz de Enrique aparecería de un momento a otro, pero hacer ese ejercicio es tan absurdo como imaginarse Radical Sonora con riffs de guitarra de Juan. Sin embargo, si uno traza una línea recta entre ambos álbumes y señala la mediatriz, quizás se pueda hacer una idea de por dónde hubieran podido ir los tiros. Y lo cierto es que no hubiera pintado nada mal.

 Abril se ha convertido en el mes de Héroes. El bombardeo de noticias no ha parado desde entonces, como si fuera su Pearl Harbor particular. Y parte de ello tiene que ver, también, con la publicación del libro Héroes de Leyenda -magnífico, por otro lado-, de Antonio Cardiel, hermano de Joaquín Cardiel -posiblemente, el bajista que ha dibujado más líneas melódicas de los que yo he escuchado, y cuyos coros en las canciones no deben tomarse a la ligera-. El libro es realista hasta la saciedad, para bien y para mal, pues por momentos alguno de los miembros no sale bien parado del todo, y cuenta con mucho más detalle que el propio documental desde los inicios de la banda (con los primeros amagos de Bunbury de abandonar el grupo, como si el fuego estuviera ya antes de que nadie trajera la cerilla) hasta la separación final, pasando por el éxito internacional que yo mismo pude comprobar en diciembre de 2019 cuando me encontraba en el Hard Rock Café de Ámsterdam, esperando a que se hiciese la hora del concierto de Bunbury de su gira Expectativas, y de pronto se proyectó Sirena varada en el televisor del local, que la había pedido un grupo de alemanes -por lo que averigüé más tarde-, y que armaron una buena entre hamburguesas de ternera con aros de cebolla y cheescakes de oreo.

            Si hay que destacar los dos mejores momentos del documental, serían, sin duda, las imágenes de los directos de la Gira del Camino del Exceso, y las grabaciones caseras de Avalancha en Benasque. Esas partes están totalmente orientadas al disfrute del seguidor de la banda, mientras que todo lo que aconteció durante los primeros tiempos hasta el salto a la fama, pasando por las críticas que recibieron, está más destinada a otro tipo de público. Pero, en cualquier caso, la huella que ha dejado en quienes lo han visto es que, el que era seguidor de Héroes lo es ahora más (me pregunto cuál será el récord de visionados por una sola persona), el que no los soportaba lo hace ahora menos todavía, y, en cambio, quien era equidistante empieza ahora a mostrar simpatía hacia el grupo. Y quien ha conseguido atraer a ese público neutral es Pedro Andreu, excelso baterista, que emana humildad por todos los poros, y que, de todos los miembros de Héroes, ha sido quien menos contacto ha perdido con Enrique durante estos años. Y fue gracias a Pedro por lo que Alan Boguslavsky acabó entrando como guitarra acompañante en los dos últimos discos. Alan siempre se mantuvo en un segundo plano y le dio un toque cool al grupo por el hecho de venir de México, ser medio hippie y tener una filosofía de vida que, como Bunbury dice, conectó de inmediato con él, pero que quizás provocó, sin quererlo, el distanciamiento con el resto. El no contar con él durante la gira de reencuentro en 2007 fue una pena, aunque estuviera reemplazado por la soberbia y magnética guitarra del alquimista, Gonzalo Valdivia, hermano de Juan.

            Una de las imágenes que pasa desapercibida durante el documental es una instantánea del público jaleando uno de los conciertos de Héroes en Zaragoza. Y si uno se detiene en ella, puede encontrar a Copi, un teclista superdotado que acompañaría a Bunbury durante sus primeros discos en solitario con El Huracán Ambulante, así como en La Alacena, de El Espíritu del Vino, como también sale hacia el final, descargando equipo, su percusionista de aquella época, Luis Miguel Romero, quien ahora toca con Leiva. Y es muy posible que Ramón Gacías, actual batería de Enrique, no estuviera muy lejos de allí, por lo que uno puede pensar que la detonación de la banda fue interna y Héroes fue un edificio que cayó hacia dentro. Y eso alimenta, de manera extraña, la teoría de la conspiración, con la diferencia de que en este caso la versión alternativa coincide con la oficial. Muy probablemente, la idea inicial de Bunbury era experimentar con distintos sonidos sin las ataduras del rock durante únicamente tres o cuatro discos, y que el tiempo, de manera natural, arreglara las desavenencias personales entre ellos, pero algo debió pasar por el camino que hizo que, subido en el bote salvavidas con el que saltó del buque, ya no quisiera regresar, como si en un momento dado se hubiera dado cuenta de que estaba más cerca ya de la otra orilla que de volver, y hubiera seguido remando en mitad de la niebla espoleado por las voces en su cabeza de ese seguidor que deseaba verlo hundirse, sin que nadie le haya avisado jamás que a este lado de la bahía se acumulan en el suelo armas abandonadas hace ya mucho tiempo.

Pero he aquí que la vida sigue un movimiento pendular, y Enrique se ha alejado tanto, que quizás haya llegado al punto más lejano, a una isla con un faro tal vez, y ahora sea el turno de la naturaleza de equilibrar las fuerzas y devolverlo a la posición de origen, a esa habitación de hotel de Tijuana, sujetando un papel con una serie de propuestas y la banda haciendo las suyas propias, hasta llegar al alineamiento final. Y, si así sucediera, canciones como Virus o Acústica les están esperando para que las vistan con su nuevo disfraz, aunque ya no serán esas sino otras. La mayoría de los sueños se olvidan, y los que permanecen llegan despacio y, normalmente, tarde. Para Phil Manzanera todas las canciones de Héroes que pasan por su cabeza en la oscuridad de la noche antes de despertar, son canciones amor. Incluso, las que todavía están por grabar.

            En definitiva, es posible que lo descrito arriba obedezca más a una añoranza que a una realidad, porque mientras las decisiones se aplazan, nosotros imaginamos cosas. Porque imaginar no cuesta nada. Y quizás, las ganas que tengamos todos de verlos juntos de nuevo sea más por nosotros mismos que por ellos, y por la necesidad de recordar a esa chica que fue al cine con nosotros aquella tarde de invierno, y que deseamos que ahora acepte una invitación a un café (con el permiso de su marido) para devolverle el paraguas que era suyo. Tras ver el documental y leer el libro hay tantas razones para ser optimistas con el reencuentro como para no serlo, pero lo que es seguro es que todavía hay una línea de luz naranja en el cielo, y las primeras nubes de una tormenta eléctrica ya se asoman. El aroma del Atlántico proveniente de una brisa de Los Ángeles se está mezclando con el cierzo aragonés, y la temperatura de la sangre de aquellos seguidores, principalmente los que llegaron a Héroes cuando ellos ya se iban, está empezando a cambiar.

            Como quien intuye una posibilidad.

Compártelo