Bailar es una posición política. Lo ha sido muchas veces, a lo largo de la historia. Pero ahora es una necesidad social y un grito de auxilio. Necesitamos bailar. No me digas que tú no bailas, o que los músicos no bailan, o que no bailan los ministros ni los catedráticos. Se baila y punto, porque ahora es necesario. Necesitamos que bailéis. Si no habéis bailado nunca bailáis ahora.
Han prohibido canciones, textos, ritmos, dictaduras de todo pelaje y ambición, pero nunca podrán quitarnos el baile. Ni lo bailado, ni lo por bailar. Hemos estado enclaustrados más de un año, bailando en off, muteando los dancings, inventando pasos estáticos en pisos pequeños. Y ahora toca bailar a lo grande, a lo ancho, a lo largo. Que nadie te quite un baile. Ahora ya no. Cuando alguien te riña, se enfade contigo y te lance una perorata inmisericorde, insoportable, fuera de tono y de tiempo, tú baila. Baila como respuesta. Baila como desobediencia, baila como ofrenda al futuro y promesa de la música por llegar, del ritmo venidero. Baila carajo, baila. Cuando estés triste baila, lento, si quieres. Cuando te tuerzas un tobillo baila la escayola y sonríe. Bailar no es una cosa baladí, ni tiene usted que bailar si no quiere, pero en fin, le digo yo que debería. Como respuesta.
Las manifestaciones deberían ser bailadas. Nos manifestaríamos más. Presentemos nuestros proyectos fin de máster, no solo de manera oral, sino también física, bailemos los TFGs, pongamos ritmo a nuestras ensaladas, llenemos los pasillos del Aldi, del Lidl y del Consum de coreografías finas y personales. Es una tontería no bailar. No bailar es aceptarlo todo. Es conformarse, es decir vale, para qué voy a bailar, si total. No, nada de si total, nada de qué más da, nada de eso no va conmigo, nada de esto no va a cambiar porque yo baile. Es exactamente eso lo que quieren que pensemos, que bailar no sirve de nada.
¿Quién? Yo qué sé, las altas esferas de la tristeza, los emporios anti alegría, los lobbies de la falta de gracia. Baila carajo. Verás qué bien. ¿Sabes que siempre han intentado prohibirlo? En la edad media decían que estabas loco, había que sacarse el demonio, el baile de san vito, las coreomanías del siglo XIV, todos locos, todos enfermos, todos irreductibles, todos endemoniados. Eso piensan de nosotros los que no bailan. Míralos, no saben lo que pasan, por eso bailan, dice ellos. ¡No! Bailamos porque sabemos lo que pasa, bailamos contra ustedes y contra su actitud derrotista y nostálgica y triste. Hemos propuesto el baile como respuesta, el movimiento, el contoneo, el menear de articulaciones, el redoble de tobillos, el tam tam de los pulgares, el flujo libre de la sangre que llega al cerebro cuando uno da saltitos al compás. Esa es nuestra forma de ver las cosas, de darnos alegría, de darnos brío, de hermanarnos y de prometernos que todo va a ir bien, aunque sepamos que ha ido mal, que todavía algo mal, qué más da, irá un poco siempre. Pero lo bailaremos, esquivaremos el envite con golpes de cadera, con dedos índices danzarines hacia el cielo y movimientos de cabeza de ojos cerrados.
Venga, vamos a bailar, prueba, salta, sal a la calle, gira en tu salón, dame la mano, haz un corro, menéate en la ducha. En fin, solo quería hoy, en este viernes, por si te sirve de algo, que te lanzaras a bailar un rato. Verás que solo pueden salir cosas buenas de esto. Los conciertos empiezan a llegar. Realmente solo quería hablar de eso, nuevas fechas se marcan en mi calendario, ensayos se vislumbran en mi agenda y suenan al fondo los tambores de guerra, viajes, furgonetas, hoteles, pruebas de sonido, abrazos que nos guardamos, que son muchos, y bailes que nos debemos, y que toca recuperar. Así que vayan calentando, las giras van a empezar, los años buenos están a la vuelta de unos pocos findes, y más vale que tus articulaciones estén preparadas, tus ánimos dispuestos, y tus ganas intactas. Porque esto empieza, y nos lo vamos a bailar todo. ¡Nos vemos!