“El Leche” La Paglia

"Creo que fue un simple adiós, pero para mí fue algo más. Fue la primera vez que hablaba, por decirlo de alguna manera, con una chica en mi vida."

Cuando éramos pequeños, saltábamos los sábados por la tarde la verja del colegio para jugar a fútbol. En los equipos, como en todos los lados, estaba el que le gustaba jugar de portero, el que era el más habilidoso con el balón en los pies, el que era el más rápido de todos y el que más goles metía. 

Luego, estábamos todos los demás. Esa clase media que no destacaba ni por arriba ni por abajo, esa gente que siempre éramos los terceros o los cuartos que tardaba cada capitán en pedirnos. El capitán normalmente era el chico habilidoso que comentaba antes y que, por supuesto, también era el más guapo de todos. Por eso, si teníamos suerte, él nos pedía en su equipo y así, las chicas que iban al colegio a verle jugar, tímidamente nos animaban también al resto. 

La dinámica de los partidos era siempre la misma. A menos que alguien quisiera ponerse de portero, lo normal era que a cada uno le tocase irse a la portería durante siete minutos o dos goles. Quiero decir que, si antes de esos siete minutos te metían dos goles, ya dejabas de seguir jugando de portero y podías volver a convertirte en jugador de campo. Había quién hacía trampa y se dejaba los goles para salir antes. 

Para no confundirnos con el otro equipo, unas veces a unos y otras veces a otros nos tocaba quitarnos la camiseta, pero yo siempre prefería que fueran ellos los que se la quitaran. Había quienes se la ponían en la cabeza a modo de “ninja” o “burka”, supongo que para protegerse del sol. Yo nunca supe hacerlo, a pesar de que los muchachos se esforzaban por enseñarme. Recuerdo que una vez sí que lo conseguí, pero me dio calor y me la quité. 

Una de esas chicas que venían a ver al capitán a mí me gustaba de veras. En aquella época, a casi todos los chavales les gustaban prácticamente los mismos jugadores. Batistuta, Shearer, Roberto Baggio, Cantoná, Laudrup o Weah. A mí, sin embargo, me gustaba César Osvaldo “El Leche” La Paglia. Yo no le había visto jugar nunca y tampoco sabía cómo era, pero era el único fichaje que había podido realizar con el dinero que tenía para adquisiciones en el PC Fútbol 2.0, y lo cierto es que, desde su contratación, ganaba siempre todos los partidos. 

Una tarde, cuando acabábamos de jugar el último partido, la chica que me gustaba me preguntó si podía acompañarla a casa. Alguien se había ido de la lengua y se lo había contado. A mí me dio mucha vergüenza aquello, y a los chicos les dio por reírse de mí. Al final, sí que la acompañé, pero no hablamos nada en todo el camino. A decir verdad, tampoco llegamos exactamente hasta su puerta. Cuando doblamos la última esquina, vimos a sus padres a lo lejos, sentados en una silla tomando el fresco, así que me despedí allí de ella. Creo que fue un simple adiós, pero para mí fue algo más. Fue la primera vez que hablaba, por decirlo de alguna manera, con una chica en mi vida. 

Esa noche, en mi casa debieron notar que algo me pasaba durante la cena, porque recuerdo que los oí decir varias veces: “Al niño le pasa algo”. Pero a mí no me pasaba nada. Nada que no fuera querer terminar de cenar rápido para enchufar el PC Fútbol 2.0 e intentar asaltar el liderato del campeonato con César Osvaldo “El Leche” La Paglia al frente de mi equipo.

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