22, A Million

Situémonos. Invierno de 2006. Estamos en Eau Claire. Un pueblo de Wisconsin donde hace un frío que pela. Rodeado de parques y lagos de aguas cristalinas (el nombre viene del francés eaux claires), hay un tipo triste, confinado en una cabaña con su guitarra acústica, que está escuchando en bucle la discografía completa de Richard Buckner. Se llama Justin y se le ve siempre con una camiseta gris con el número 22 estampado en la espalda. Tiene un proyecto en mente. ¿El nombre? Bon Iver. Pronunciado a la francesa, como se saludaban en la pantalla los personajes de Doctor en Alaska, felices de recibir los primeros copos de una de las nevadas infinitas de Cicely. Buen invierno, Holling. Buen invierno, Ed. Y así, con pocos medios, ningún presupuesto, un par de amigos (Sean, en particular) y muchísimo talento, en el verano de 2007 se estrena con un álbum mágicamente blanco: For Emma Forever Ago. Contra todo pronóstico, el éxito es descomunal: se vendieron medio millón de copias.  

2013. Estamos en Santorini. Temporada baja. No hay un alma en la idílica isla griega. Bueno, una: un extranjero desgarbado, oculto bajo una beisbolera negra. Se apellida Vernon. Lleva un pequeño teclado portátil blanco en la mano, a juego con los colores del diminuto archipiélago. Realmente no es un teclado; es un sintetizador. El famoso Casio OP-1, que se pronuncia parecido al nombre de pila de Kenobi, el maestro jedi. Sigamos. El tipo melancólico de la barba y el hoodie extralargo se sienta en el acantilado, observa el volcán hundido del Mar Egeo y, en vez de lanzarse al vacío, graba una frase que le anda rondando por la cabeza:  It might be over soon. Puede que todo se acabe pronto, sí. Es tiempo de volver a casa, como cierto músico irlandés que se había retirado, años atrás, a Islandia y, tras su salvajísimo estreno, encontró un nuevo camino, and so it is, fantásticamente desvanecido.

Volvemos a Eau Claire. Nuestro músico renacido hace lo que tiene que hacer: escuchar música sin parar. Eso sí: hay una canción que no se quita de la cabeza: How I Got Over, de Mahalia Jackson. La mítica contralto lo superó en compañía, gracias a su fe en el góspel. Estar solo, querido McCandless, no es la solución; menos rutas salvajes y más música, vamos. Así, el amigo Justin Vernon mezcla las dos ideas y piensa: ¿y quién dijo que lo de samplear voces era algo exclusivo del hip hop? Es más: ¿por qué solo cortapegar voces? Cualquier sonido puede convertirse en música, ¿no? Es cuestión de escuchar y mezclar. Con esa idea, este geniecillo wisconsinés se desbloquea y vuelve a su cabaña familiar; acaba de descubrir la pólvora, al menos en lo que ha quedado en llamarse indie folk. Las ganas de componer han vuelto. Ok, folk computer. Sabe que no hará nada original si reproduce siempre los mismos acordes. Si todo está dicho, piensa, juguemos con la intertextualidad musical… y con el ópiuan. Y que vivan los samples, los loops, las letras crípticas, la simbología religiosa y filosófica, la resignificación de la naturaleza y lo que haga falta. ¿No se trataba de encontrar un nuevo lenguaje?

¿Resultado? Diez años después de su primer disco (estamos ya en 2016) y, tras cinco años de silencio creativo (y tres de composición), Bon Iver vuelve a las andadas con una fabulosa marcianada de apenas media hora. Hay que salir de la cabaña y enfrentarse al mundo. Eso es 22 A Million: un viaje desde sí mismo (22 es su número) hacia el exterior (un millón, por lo menos).

La primera canción es, precisamente, 22 (OVER S∞∞N). Escrito así, para complicarle más la vida al personal. En el fondo, no es tan complejo. Es pasar de lo analógico a lo digital. Del latido del corazón al del bit electrónico. Y, sobre todo, de las palabras a los números. Un loop magnífico de arranque (2… 2…);la frase de Santorini en bucle(to…, to…); el grito de liberación bautista de Mahilia Jackson, para dejar atrás los problemas (I’m gonna shout all my troubles over); una nueva voz cibernética (la suya) que sabe que there isn’t ceiling in our garden; y que arranques el viaje, no en tu jardín, sino en un no-lugar, paradójicamente, de tránsito (una estación) y esperes a ver qué pasa, porque where you gonna look for confirmation?

Así, empiezan los sonidos robóticos del segundo tema: 10 Death Breast. Hagamos un cambio de números, adelantemos la estructura de esta ciberodisea de diez canciones (el número ganador) y estiremos el concepto de la dualidad hasta el infinito. El movimiento inverso de la muerte (death) al pecho materno (breast) tiene su lógica. Hay que despertar de esa modorra febril y comenzar la búsqueda. Y si hay que inventarse palabras, se hace, fuckified. Y exprimir al máximo el Auto-Tune, claro. Arranca, pues, un loquísimo juego pentatónico de deconstrucción musical (y lingüística), y de pelea apocalíptica con su propios daemons, porque I’m unorphaned in our northern lights. Pues eso: bajo nuestras auroras boreales, la voz se reencuentra con la familia y llega el renacimiento simbólico. Uno ya no se siente huérfano; ahora se quedará deshuérfano. Y de fondo, fragmentos de Wild Heart de Stevie Nicks, la de Fleeetwood Mac.

Llegamos a la tercera canción, quizá, la más impactante: 715 Creeks. Seguimos con los números (715 es el prefijo telefónico de Eau Claire, y esto es una llamada) y, volvemos a encontrar nuestro lugar en la naturaleza, pero desde la electrónica. El oxímoron es tremendo. El amigo escucha a una garza que desaparece, reproduce su sonido aliterado, cuando the heron hurried away, y se saca de la chistera una extraña  carta ciberecológica. A capela, porque ahora se mete en la piel de un predicador que ha perdido la fe, nos cuenta, a través de un enjambre de filtros vocálicos, que las sinestesias mandan, que las paradojas siempre son binarias, que no moon down the yellow road y que no queda otra que levantarse, sacar los pies de los arroyos y continuar, porque all I’m trying to do is get my feet up from the creeks. Y no solo hay que salir del légamo; to be up the creek significa estar con la mierda hasta el cuello. El final de esta canción (emocionadísima declaración de amor rota) es difícil de describir. Mucho. Lo que tiene lo inefable. Y que este Orfeo de Wisconsin ahora parezca decirle a la nueva Emma, que ahora es Eurídice, que se deje de gaitas y turn around, you’re my A-Team, God damn, turn around…

LETRA EN CASTELLANO

715 - CR∑∑KS

A lo largo del arroyo
Recuerdo algo
Ella, la garza, se fue corriendo
La primera vez que salí el domingo pasado

Luna baja en la carretera amarilla
Recuerdo algo
Que abandonar no era fácil
Todo esa agitación en mis enredaderas
Y tan seguro que es de noche como que ahora ahora no es el momento

Trabajando con tu sangre
Recuerdo algo
En Si Mayor, besos sin racionar en una noche segundo para durar
Encontrando las dos manos
Cuando el segundo sol pasó por el vidrio
Y oh, sé que fue un sentimiento agradable
Y te tenía en mis manos

Entonces, ¿cómo vamos a llorar?
¿Por qué una vez podría no significar algo?
Me encanta una segunda mirada
No es algo que necesitaremos
Cariño, entiende que me han dejado aquí entre las cañas
Pero todo lo que trato de hacer es sacar mis pies del pliegue

Y te veo
Date la vuelta, eres mi equipo A
Date la vuelta ahora, eres mi equipo A
Maldita sea, date la vuelta ahora
Eres mi equipo A

Llega el cuarto tema y el encuentro, empujados por un piano que juega con una sencillísima progresión natural de La Mayor, no puede ser otro que el de 33 GodEste es el momento, por cierto, en el que uno intenta descifrar el laberíntico diseño de la portada de Eric Timothy Carlson, mientras unas voces extraterrestres nos advierten que cambiamos de lugar y when we leave this room it’s gone. Puestos a deconstruir, hagámoslo también con la religión. Tiembla, Derrida. Ya tenemos lo que queríamos: your eyes. ¡Anatema! En la carretera no hay postes ni señales; ahora hay tendidos eléctricos y crucifixiones invertidas. Y que desfile un bestiario de figuras imposibles. ¿El símbolo de la paz? Que sea sexual y lo protagonice una pareja. Que rueden todos los símbolos binarios al ritmo del yin y el yang. Y, de pronto, un obelisco gigante con el número 33 para reírse un rato de los iluminados, de las modas distópicas y hasta de los futuros conspiradores digitales. Se puede ir más allá, se puede go forward in the light, ¿no?¿Entonces? Entonces, en el puzle sonoro de esta obra maestra, escuchamos al escocés Paolo Nutini sampleado que nos recuerda que, quizá, We find gods and religions too. Quizá. Pero hay más: el collage de intertextos se completa con fragmentos indies de Dsharpg, de Sharon Van Etten; melodías countries de los cincuenta con Morning, de Jim Ed Brown; y hasta retazos del tema experimental All Rendered Truth, de Lonnie Holley, conocido por (y esto es importante) fabricar sus propios instrumentos.

 

La quinta parada, aunque aquí no se para, es 29 #Strafford APTSLa verdad, ya da igual si el número del título coincide con los apartamentos del pueblo de Wisconsin del título o no. Vuelven los arpegios de las guitarras acústicas de For Emma y parece que volvemos a lo de antes. Pero no. Doblamos el mapa, lo tiramos (este viaje no lo necesita; el camino tiene forma de hélice esférica), buscamos compañía, arreglamos la brecha con la broma de los vagones (mend the gap), llega la clásica subida boniveriana (en este caso, apoyados en un útero y una túnica vacía), pero ahora, subfind, con la voz distorsionada y… canonize. Entonces llega elprobablemente, mejor verso de todo el disco: You’ve buried all your alimony butterflies. Enterramos a esas mariposas hambrientas y, paramind, paramind, que la mente no es una y es tan (o más) holística que la propia naturaleza.   

 

La sexta canción triplica su numeración y nos lleva al yang del 33. Lo electrónico manda. Estamos escuchando 666 ʇ. Por si alguien tenía dudas, esto no tiene nada que ver con lo satánico (la idea es vaciar de contenido un número y un símbolo), sino con la dualidad analógica y digital. El juego conceptual es potentísimo. De ahí que nos encontremos dentro de este pastiche sonoro mooring out two separate lochs. O sea, anclados entre dos lagos que no se tocan. ¿Cómo te quedas, Caronte? Así, en las nuevas puertas dicotómicas que encontremos, cuelgan números (sixes hang in the door). Cortamos la tela de antes y el estribillo interestelar nos recuerda que el latido electrónico, poco a poco, está afinado con nuestro corazón, bit by bit… Hay que pedirle a la lavandera que nos limpie las manos y, si pisamos las long lines of questions, riámonos, porque no queda claro how to know who to write. Ya no a quién, sino para qué escribir. Y eso, I’ve laughed about it, mientras se escucha un lejano in need of prayer que está robado de Standing in the Need of Prayer de las Supreme Jubilees.

 

Sigue el juego y en la séptima carta esperaríamos algo de luz. El Sol sería lo suyo. Por la analogía bíblica y medieval. Pero aquí sería incoherente; tiene más sentido hundirnos ahora en las complejas aguas lunares de 21 M♢♢N WATER. Ahora los fragmentos (por ahí de fondo, se escuchan a A Lover’s Concerto de The Toys  y a las hermanas de The Staves improvisando coros a lo lejos), se sienten como gotas diseminadas de uno no sabe qué. Ni de dónde caen. Tema complejo (cambia ahora el OP-1 por un Yamaha DX7), porque los números son complicados. Recuerda: the math behind. Siempre detrás y, si uno se deja llevar por la oscuridad matemática de este tema onírico que esconde lluvias y ciudades para jugar a encontrarlas (Berlín, en particular), por la atonalidad de la última parte y por lo que está pasando, alucinará (o alunizará, según) cuando entienda que acaba de escuchar una canción (rollo Blackstair de David Bowie) que se ha deconstruido, literalmente, a sí misma.

 

La salida es infinita. Así, llegamos a 8 (Circle). No hace falta tumbar el número para entender lo que está pasando. Y si no sabes cómo colocarte ahora, el primer verso te complicará más la postura: philosophize your figure. ¿Y cómo? En primer lugar, sin juzgar tanto esta fábula; el que canta ahora Say nothing of my fable te recuerda que está gateando, que se ha quedado sin guitarra, y no sabe, como tú, qué pasara mañana o what on earth is left to come. Pero no pasa nada; había que salir de la cueva (allí se queda el fracaso), porque ahora we live outside. En esta fantástica canción, además, la atmósfera electrónica encaja perfectamente con la voz que se distorsiona tan bien que suena natural.

 

Por eso, la voz vuelve a quedarse sola en ____45_____ . Ahora los saxos distorsionados que escuchas son rarísimos, mientras el nuevo discurso a capela te recuerda, no ya que si sumas los números del título tendrás el número de pista (que también), sino que la voz se ha forjado en fuego, pero se quedó atrapada without knowing what the truth is. ¿Y cuál es la verdad? Resulta que el instrumento que escuchas no existe. Si lo piensas, es interesantísimo. Estamos hablando de la creación. Y no solo la humana; también, la musical. Bon Iver te ha llevado a su mundo y consigue que te replantees tu propia escucha. Y tus prejuicios musicales, claro. Y no pasa solo con los instrumentos, ojo. ¿Una voz procesada rollo Kanye West? No, eso es muy artificial. ¿Auto-Tune? ¿Vocoder? No, gracias. Pues sí. ¿Y qué problema hay? De hecho, aquí este efecto tiene hasta nombre, en honor al ingeniero de sonido de Justin Vernon que diseñó el programa en cuestión: el efecto Messina. La pregunta, a tono con el disco, es una paradoja infinita. Queda lo más difícil: ¿cómo cerrar este álbum?

 

La respuesta está en el propio título: 00000 Million. Del 22 al millón, recuerda. Hay que escuchar con atención, hark, porque ya se cierra el telón de esta obra. Y es una de las de levantarse y no dejar de aplaudir. La armonía es maravillosa. La melodía, sublime. Y la letra, una barbaridad. Hasta el sample aquí encaja como un guante. Tras una progresión de fa y do con el piano, justo en la bajada a si bemol (justo ahí), entra la voz recortada del cantautor irlandés Fionn Regan tal cual, porque… the days have no numbers. (La canción original, por cierto, es una maravilla: Abacus se llama). Amanece (que aquí es muchísimo) y, marking the slope (o sea, en pendiente), resolvemos el entuerto inicial. Quizá todo esté dicho, pero hay que dejar de caminar por esos worn paths; las vías desgastadas nos llevan siempre al mismo lugar. Si quieres disyuntivas, aquí tienes una: Tslow among roses or stay behind. Y mejor ir más despacio entre las rosas que salirse de la vida, ¿no? Déjate de originalidades (no matter the source is); hay que levantarse y seguir ahí soaring to cope. Y, si es posible, en compañía. Como Mahalia. En su caso, ya sabe que será con the whole band on the canyon. Ahí arriba le esperan. Está llegando y no se detendrá porque, y aquí termina el disco (casi en modo epifánico), sabe que it harms me, it harms mebut I’ll let it in. Que duele, vamos. Claro que duele, pero hay que dejar que el dolor entre. Es parte de nosotros y, sin él, ni podríamos seguir ni estaríamos donde estamos.

 

Se termina el disco y, pese haber durado media hora, el viaje ha sido infinito. Por eso, la inercia es volver a escucharlo una y otra vez. Veintidós o un millón de veces, si hace falta. La música es maravillosa.

 

LETRA EN CASTELLANO

00000 Million

Deben haber sido fuerzas,
las que me llevaron por rumbos salvajes

Quién sabe en cuántas situaciones
he estado?
Pero a las más importantes y cercanas
les doy significado.
De verdad, no puedo decirlo, siento las señales

Me preocupa la lluvia
también los relámpagos
Pero los vi desaparecer
a la luz de la mañana.

Marcando la pendiente
muy abajo del altiplano
(Donde los días no tienen números)*
Si está dañado, me daña, lo hará,
acepto el dolor.

A la antigua manera
Vivir solo por vivir
Aquí viene la antigua afimación
Deja de esforzarte
la sabiduría no te va a comprar los alimentos.
O plagas, o cargas por descubir

Me preocupa la deshonra
Y también los caminos muy andados
Y deambulo
Solo para volver a casa
Dirígete a la victoria
Mantente firme en lo alto de las llanuras
(Porque los días no tienen números)*

Me lastima, me lastima
me lastima como un corderito.

Así que puedo abandonar esto
Junto al viñedo sangrante
Creo que no puedes resistir la mierda
de lo drogado que he estado
Lo que un río no sabe
Es alejarse y perderse
Para ir más despacio entre las rosas
o quedarse atrás.

He estado en ese bosque
donde no importa el origen
Y hui de allí
Cuánto podré aguantar
Me acostumbro al enfrentamiento
la banda entera en el cañón
(Cuando los días no tienen números)*
Me lastima, me lastima, acepto el dolor.



*Es una referencia a la bellísima canción
Abacus del cantautor Fionn Regan.

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