Hasta las tres no es hora
de ponerse a llorar. Mientras tanto,
rebusca entre sus libros y encuentra
la poesía de esta noche:
Cuando nací
me pusieron dos lágrimas
en los ojos
para que pudiera ver
el tamaño del dolor de mi gente.
Después no son las tres y acaba
de leer. No importa. Adelanta
dos horas el reloj y llora
irremisiblemente.