Quería quedarme en la cama,
soñar con el caballo rojo,
que quizá fuera el caballo de Hans.
Al final la rutina me ha hecho salir,
no porque lo consiga cada día
sino porque la rutina impone su disciplina también por otros medios.
He echado de menos el cepillo que se rompió
y he mirado el tubo de pasta de dientes casi vacío.
Después he quitado la mierda
de la caja de arena de los gatos,
y he echado de menos un jardín lleno de gusanos
donde dejar que se descomponga.
Quería quedarme en la cama,
hablaros del caballo de Hans,
y del caballo Tesoro.
Y si te escribe la princesa nubia, dile que venga a mi despacho…