Alejandro Sanz y la revolución

¿Es exagerado decir que la mayor revolución en la música española en los últimos 30 años es Alejandro Sanz? Podría parecerlo a priori. Pero tal vez si repasamos cómo hemos llegado desde figuras como Camarón o Paco de Lucía, hasta estrellas actuales como Tangana y Rosalía, podamos arrojar algo de luz sobre la  aventurada afirmación con la que comienzo este artículo.

El flamenco, nuestro concepto patrio de la tradición, que decidió tomar la parte por el todo y hacer de las músicas del sur la música folclórica de todo un país que era bastante más diverso, estuvo encarnado a finales de los 70 y principios de los 80 por la revelación que supuso Paco de Lucía y posteriormente Camarón. Ellos pusieron en un mapa mucho más comercial de lo acostumbrado lo que había sido hasta aquel momento un nicho de tablaos para guiris y música popular sin demasiados visos de comercialidad.

Los 80 refuerzan esa figura del artista flamenco vendedor y conjugan la música de raíz andaluza con fórmulas más cercanas al pop o a músicas más generalistas, la rumba comienza a perder aristas rítmicas y llegamos a bandas como Pata Negra y su Pasa la vida, el primer y único disco de Ray Heredia, o las mezclas más cercanas a lo brasileño e incluso a lo africano que los Carmona, los Habichuela, pusieron tan de moda con Ketama. Los cantes de ida y vuelta que siguen yendo y viniendo. Antes Veneno, años 77-79, con Kiko a la cabeza (conocedor de la rumba catalana de Peret y el Pescailla) y los hermanos Amador, habían jugado al art-pop-flamenco, pero de una manera mucho menos vendedora de lo que serían sus siguientes trabajos por separado. Casos hubo también en el rock con Medina Azahara y el éxito masivo aunque truncado de Triana, más cercanos al pop-rock progresivo pero con la capacidad monstruosa de Jesús de la Rosa para emocionar y conmover. Bien, el flamenco se acerca a las diversas fuentes de lo popular en los 80 y 90 y se convierte en algo mucho más accesible y consumible. Pero todas esas acciones vienen desde el flamenco hacia el pop, buscan limar sus patrones, suavizar sus esquinas, hacerlo al fin y al cabo más accesible y popular, para jugar a cosas que entraran en la pantalla de los televisores y en los radio-cassettes de los coches.

A mitad de los 90 Alejandro Sanz ya es una estrella indiscutible. Nacido y criado en Madrid, pero muy cercano por parte de padre a Cádiz y a los músicos andaluces, tras ese primer intento fallido de Los chulos son pa cuidarlos, bajo el nombre de Alejandro Magno, que tendría más que ver con el panorama que dibujaba anteriormente, Alejandro cambia su apellido natural (y el de Magno) por el de Sanz y se lanza al barro de la lucha por el trono de los solistas en castellano. Éxito inmediato. Estilo pop, pantalones vaqueros, baladas y camisas abiertas. Lo que triunfaba en aquel momento en toda Europa y en toda América de arriba y de abajo. Buenas melodías, guitarras acústicas y videoclips nebulosos en blanco y negro con reminiscencias de los 80 en los sonidos de batería, reverbs, y teclados DX7. La estampa estaba clara, y él es el mejor.

La voz aniñada es perfecta para los clubs de fans, alejado de la dureza italianizante de la garganta de Sergio Dalma, da bien en cámara de forma natural, no como la forzada imagen de Jesús Vázquez con una acústica, y resulta que hace los temas él mismo. Producto perfecto, portada la Súper Pop. Se marca tres discos vendedores y tras una pequeña crisis existencial y desaparición musical, llega Más. Otro disco igual, en principio, que sale a la palestra con baladas tan brutales y en su línea como Y si fuera ella o Amiga mía, maravillosamente estructuradas y compuestas. Pero contra todo pronóstico, una canción que no iba al disco, un (según cuenta la leyenda) tema compuesto para Camela, sale y cambia el panorama para siempre, Corazón partío.

El propio título marca lo que va a ocurrir. Corazón, pop, producción limpia cuidadísima hasta el extremo, pero que vira hacia lo flamenco, partío. Con la voz de Alejandro cantando con acento. Ojo a este dato. Buscando eso que ahora llamamos multiculturalidad, pero desde el pop. La diferencia es clave. No son gitanos flamencos haciendo temas para que los bailen los payos, no es No estamos locos, de Ketama, o la chanza agro pop de los No me pises que llevo chanclas removiendo las fiestas, ni el éxito gasolinero de Camela. Es pop puro y duro usando el flamenco, un artefacto vendedor, un single total, utilizando las herramientas de la rumba, y ahí explota todo. No es un acercamiento puntual, como el de Mecano con Una rosa es una rosa a principios de los 90 o el que un par de años después haría Sabina con su 19 días…, Alejandro Sanz ve el filón y lo agarra para siempre. En esa época ¡comienza incluso a cambiar su forma de hablar en las entrevistas!, deja su tono madrileño y se lanza al acento gaditano, de un día para otro, y en vez de ligar con las presentadoras, habla de familia, flamenco y raíces.

Su siguiente disco, El alma al aire, ahonda en esas antiguas veredas flamencas, tomando además de Ketama la visión más latina, o incluso de Kiko Veneno, que a esas alturas ya ha reinventado la rumba bajo la batuta de Santiago Auserón en Échate un cantecito y Está muy bien eso del cariño, creando un ente que podríamos llamar rumbalada-de-medio-tiempo a la que se acogerían más tarde gente como La Cabra Mecánica, Calamaro en solitario, o Jorge Drexler. Alejandro Sanz, desde el pop, recoge el flamenco y lo instrumentaliza para hacerlo internacional, y se va con su nuevo acento y su nueva forma de cantar a Miami.

No es el primero, ni será el último, por supuesto Julio Iglesias se había ido hacía mucho más tiempo a hacer carrera a Estados Unidos, pero se va con las normas guiris, se va a jugar a ser un crooner, borra toda tradición latina, no es hasta los 90 que canta alguna cosa más centro americana, como La Carretera o Caballo Viejo/Bamboleo, porque Julio siempre es un latino desde la mirada anglosajona, se viste de traje con pajarita y canta en inglés, no es un embajador cultural, ha llevado su ego y su persona, enorme por otro lado, al star system americano, pero no ha llevado un legado, una idea cultural, una entente como la que comienza a fabricar Alejandro Sanz, que cruza el charco y vuelve todavía más latino (latino al modo Miami) el castellano y el flamenco.

 En 2003 aparece No es lo mismo. Un disco transcultural e internacional como pocos. El acento andaluz se potencia y se mezcla con un deje americano de expatriados cubanos, las leves trompetas salseras de Corazón partío se vuelven arreglos de saxofones del blues y soul y las percusiones flamencas se mezclan con la potencia de las baterías de Vinnie Colaiuta. No es casual que comiencen ahí los éxitos más grandes en todos los países, no es casual que sea esa la época en que Shakira deja de lado su vena folk pop, deja de imitar a Alanis Morrissette, se hace muy amiguita y colaboradora habitual de Alejandro y se lanza como una loca a buscar sus raíces colombianas y a bailar. Esa mezcla transcultural es el principio del siglo XXI y es el principio de la supremacía musical y lingüística del castellano y lo latino que ahora mismo y culminado por el Despacito o más recientemente los últimos discos de Bad Bunny, ha hecho que en cualquier lugar del planeta se tenga que cantar en castellano (o spanglish) y “sonar latino” para intentar vender mucho. Mucho mucho. Pero Alejandro Sanz hace una cosa más todavía en este maremágnum.

Desde el principio, tal vez influido por esa querencia de los pequeños de los Habichuela por la música brasileña, se pueden observar en las armonías y giros influencias americanas, deudoras del jazz, que son cada vez más claras en sus últimos discos, aunque ya aparecían en aquellas primeras canciones arregladas por Nacho Mañó en Si me miras (en el que ya colaboraba Paco de Lucía por cierto), armonías rebuscadas, nada fáciles de moldear y modelar y melodías que saltan con mucha dificultad, como acróbatas, de un acorde a otro, canciones como Eso, o El trato, mucho más recientes, unen la tradición flamenca, la querencia pop, la búsqueda brasileña y jazzística, los sonidos latinos y la exuberancia de Miami. Y su impronta ha llegado a artistas jóvenes y prometedores como por ejemplo Carlos Ares o Vic Mirallas, a la sazón saxofonista de Sanz en varias giras.

 Y llegamos al 2018/2021, Rosalía revoluciona el flamenco más purista y folclórico junto a El Guincho y Tangana y Alizzz se ponen a juguetear con aquella rumba de ida y vuelta pasada por Barcelona y el Madrid pop, mira tú por donde, con las colaboraciones de Kiko Veneno, Calamaro y Drexler, ¡¡y la familia de los Habichuela!!, ¿casual?, no creo, y por si faltaba alguien, con El niño de Elche (intelectualización del flamenco), La Húngara (el flamenco pop del 2000) y los Gipsy King, casi nada, el éxito de la rumba hecho por gitanos franceses adaptando canciones clásicas italianas de los años cincuenta. Insisto, transculturalidad sonora, un buen pitote. Por otro lado, en el principio de sus carreras, tanto Tangana como Rosalía se van a Miami, cada vez que pueden, y se dedican durante años a hacer colaboraciones con artistas latinos, latinos Miami, a usar el dembow y el urban como Shakira y Alejandro Sanz usaron el reggaeton, la cumbia y otros ritmos latinoamericanos en La Tortura o Hips Don´t Lie diez años antes en un proceso análogo de una transculturación de libro.

Bueno, buscando una conclusión y sin enumerar la cantidad brutal de artistas americanos que se acercan al castellano en esta mezcolanza que nos sobrevuela (Black Eyed Peas saca en 2020 un disco cantado en español con artistas latinos en todos los tracks, por ejemplo) vuelvo a coger la hebra y cierro. Podemos valorar la carrera de Alejandro Sanz como la de un artista exitoso con muchos números uno. Pero creo que el gran valor de su obra es canalizar el flamenco, esa tradición de giros e imágenes, y desde el pop, darle una vida nueva, volver a hacer viajar a los cantes de ida y vuelta, pero con nuevos componentes, mezclar el concepto del folclore desde el pop de éxito masivo, institucionalizarlo, defender el español como idioma válido en la música internacional y lo andaluz como acento y hacerlo funcionar en Latinoamérica y Miami.

Alejandro Sanz revoluciona el concepto de flamenco y música española e internacionaliza el conflicto haciendo al pop español chocar con los ritmos latinos y el R´n´B comercial de Alicia Keys. Y de ahí, desde aquel Corazón partío hasta el día de hoy. No es exagerado pensar que no podemos entender fenómenos como el de Rosalía, C. Tangana o Bad Bunny sin entender qué hizo Alejandro Sanz desde su posición de estrella del pop de la pequeña España allá por lo últimos años 90 el día que decidió darse a la rumba.

Pues nada, gracias por llegar hasta aquí, ojalá os haya interesado y espero que os haya gustado, o que os haya enfadado y tengáis una réplica que lanzarme, desde hoy seguiré buscando temas que me diviertan y nos pongan a debatir si os apetece, cada viernes en vuestro kiosko favorito: BunkerHill.

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