Toda la vida, ya lo sé. Toda la vida la droga se ha colado en las canciones. Ya sea hachís, marihuana, heroína, alcohol o cocaína, la música ha tenido siempre un hueco importante para hablar de diversión o adicciones. Normalmente va una cosa después de la otra.
Desde el conocido cuplé de Pilar Arcos en el 27, La cocaína, en el que le ayuda a pasar un mal de amor convirtiéndose en la única cosa que la anima, pasando por las chanzas de Mary Santpere y la Trinca, las exageraciones de La Movida o los colores románticos con los que la visitó Sabina, posiblemente sea esta sustancia blanca en polvo (tan solo igualada tal vez por los canutos) la que más referencias acapara en la música en castellano en los últimos cien años.
Pero no es mi plan hacer una antología de la farlopa en canciones, si no pensar un poco el motivo de su reciente explosión en los estribillos nacionales y sobre todo, cómo ha cambiado el uso que se le da como metáfora y sustancia emocional.
Me explico. El cuplé animaba a una despechada que encontraba la cocaína como el que encuentra una aspirina. Semen Up, con Alberto Comesaña en estado de gracia decía en su canción Tu novia está loca: “se mete mucha coca/ que deje alguna poca/ y que se vaya”, aquí la sustancia es un estimulante que hace que la gente pierda los papeles, hable, moleste y se ponga pesada, son los 80 y la noche está llena de alcohol y droga. Ok. Comenzando los 90 podemos ver ejemplos como el de Mary Santpere y la Trinca en el que la cocaína es un elemento gracioso, se la ponen los yupis que creen vivir en Nueva York y ser agentes de bolsa, la droga ha dejado muchos cadáveres en los 80 y se empieza a demonizar, así que su consumo solo comprende marginalidad o cachondeo.
Los 90 avanzan con calma y su uso empieza a ser de nuevo recogido en canciones y versos como los de Sabina “nos sirvió para el último gramo el cristal de su foto de bodas”, en Peor para el sol, pero es algo muy personal, asociado al crápula y solitario perdedor que en una noche triste de cocaína y copas encuentra el amor y lo pierde de nuevo para siempre. Ok. Romantización de la cocaína, aún como algo no muy extendido entre la gente, porque seguimos con el estigma que el final de los 80, la heroína, el sida, etc, habían supuesto al consumo, pero algo empieza a cambiar. Durante el principio del s.XXI la música transita por momentos bastante blanditos, operaciones triunfo liman los discursos y lo más parecido a un desfase parece estar en la música electrónica, que aunque eleva el consumo de drogas sintéticas no hace demasiada apología en sus letras (escasas por otra parte) y en la rumba anti globalización. Los Delincuentes fuman flores y Melendi no tiene noticias de Holanda, en un ejemplo de cómo los hijos de la rumba de los 80 y 90 han sido más de liar canutos que de otra cosa. Es fácil, no está tan mal mirado, y quién no le ha dado una calada a un canuto en su vida. Todo ventajas.
Y por fin llegamos a la actualidad. A la generación de jóvenes chicos tristes de pantalla de móvil y reguetón lento. El urban está infectado de referencias a la cocaína. Desde hace dos o tres años es impresionante la cantidad de referencias directas. Han pasado los tiempos de la marginalidad y la demonización, también los tiempos en los que te significaba como alguien de clase alta o avanzada, elitista y exitoso, y se ha convertido en una droga totalmente transversal. Eso se ha filtrado, como no podía ser de otra manera, en la música. Su consumo se extiende en los últimos años, baja la edad de acceso y se mantiene en padres de familia. Y la cultura y las letras de las canciones lo reflejan. Tangana habla de cocaína. Alizz habla de cocaína. Sen Senra habla de cocaína. Prácticamente cualquier solista joven que haya sacado un single en los últimos cinco años tiene una alusión directa en un estribillo al consumo de cocaína. Además ya no hacen falta metáforas ni dobles juegos, nadie vendrá dentro de veinte años a decir “hala tío sabes de lo que hablaba este tema?”. Aquí no hay dudas, ni vueltas de hoja.
Pero llegamos a lo interesante del tema. ¿Por qué y cómo se usa? La cocaína ha dejado de ser motivo de fiesta. Ha dejado de ser un estupefaciente que te anima y te alegra. Algo que compartir con los amigos en una noche loca de baile y música o el complemento indispensable para entrar a un garito de moda. Nada de eso. Fin de fiesta. Ahora la cocaína es algo asociado a la pena, a la soledad, a la figura de gente joven en casa que no encuentra un camello en el barrio, que no se quiere ir a dormir, que echa de menos a una novia.
La cocaína se ha convertido en los últimos años en una figura poética de la pérdida y la ansiedad, de la depresión, ha cambiado totalmente su significado en los últimos años. Y desde mi punto de vista ese cambio tiene dos posibilidades. Uno, la mierda que pasan es cada vez peor, está más cortada, contiene más químicos y de peor calidad, y hace que su consume lleve cada vez con mayor velocidad a la depresión, la ansiedad, los sentimientos de culpa, los círculos viciosos de consumo y tristeza extrema que son exactamente las ideas que están llenando las canciones y estribillos de los nuevos músicos que usan estas figuras. O por otro lado, la sociedad en la que vivimos está triste, sola, y con bastante ansiedad, situación extremada además con la pandemia.
La gente sale menos, las fiestas son en casa, no se baila, no se quema la droga, no se sudan los cubatas, pero el consumo no ha caído. Los camellos hacían rondas y decían que venían del Mercadona, los coches seguían repartiendo a domicilio y las fiestas se volvían cada vez más peligrosas para los ánimos. Sin calle, sin baile, sin movimiento, las resacas son peores, las tristezas son más grandes y más solitarias y lo que antes era alegría, testosterona, fiesta, alquimia y adrenalina se transforma en días en casa solitarios, tristes y depresivos.
La farlopa vuelve a la música para mostrar un cantante desorientado, solo en su habitación, que no puede salir y que echa de menos a sus novias y a sus amigos, que no puede dormir, que no encuentra salida ni solución, que sueña con éxitos que no tiene, y que se puede meter un gramo tan tranquilamente una noche sin salir ni al portal de su casa, la droga social por excelencia se queda solita encerrada en cuatro paredes, sigue teniendo un papel importante en el imaginario social, pero cambia de concepto y de significado. Y aquí estoy yo, esta bonita mañana de abril, para comentarlo.
La droga en todas sus variantes ha sido parte de la creación y del arte, en distintos formatos y en distinto grado de importancia, pero cómo se use y cuál sea su significado en cada momento, tal vez nos dé mucha más información de la que creemos de cómo estamos, cómo somos, y cómo respiramos como sociedad, público y creadores.