Villanos: Auge (1/3)

Por supuesto que en mi adolescencia toqué en un grupo ¿Qué os pensabais? Lo que pasa es que al final como todo, fue un caos, maravilloso si, idealizado quizás, pero un caos.Yo comenzaba mis estudios de primero de BUP, que aunque parece algo muy antiguo, realmente no lo es tanto. Es decir, la inquisición no quemaba a nadie en la hoguera, y ya se había inventado el vaso de tubo y todo. Allí tuve la fortuna de conocer a Carlos Salvador, Miguel Zapata y Antonio Moreno. Miguel y Carlos se conocían ya del colegio y tenían la idea de formar una banda de rock, junto a Vicente Duran, un amigo suyo que no iba a nuestro instituto, y que tocaba bastante bien la guitarra.

Carlos tocaba la batería y hasta donde yo sé, ni Antonio, ni Miguel, ni yo, teníamos idea de tocar nada que no fueran las maracas en plan amateur. Pero no tener ni idea de tocar ningún instrumento, nunca ha sido un impedimento para montar una banda. Así que no dudamos en apuntarnos, Antonio sería el vocalista, Carlos el batería, Miguel el bajista y Duran y yo, los guitarras. Rompí la hucha, y me compré un pack de esos económicos, que incluyen guitarra, funda, ampli, púa… de todo menos virtuosismo.

Para que no nos tachasen de inútiles, Miguel y yo nos apuntamos a clases para aprender a tocar el bajo y la guitarra respectivamente. Nos daba clase un tipo que tenía una idea bastante curiosa sobre lo que era el infierno para un músico. Decía, que los músicos que no prosperaban, cuando morían, pasaban la eternidad como cajeros de un supermercado. Supongo que eso a Miguel y a mí nos motivó para poder aprender rápidamente a hacer que aquello sonase por lo menos de una manera reconocible, hubiera sido un problema si el bajo hubiera sonado como una gaita, y la guitarra como un theremín.

Así que sin darnos cuenta ya estábamos tocando los 10 primeros segundos de “Stairway to heaven”, a partir de ahí esa canción se volvía muy complicada y lo solíamos dejar, pero joder, que 10 segundos más épicos. La idea del infierno no era la única cosa curiosa que tenía nuestro profesor. Nos contó que había tocado en un par de bandas de renombre, pero casualmente, se había marchado siempre unos meses antes de que esas bandas prosperasen, evitando así ser cajeros de supermercado por toda la eternidad.

Las casualidades a veces son como un grano en el culo. También tenía una historia sobre un amigo suyo, que había acompañado como guitarra a Springsteen en sus conciertos por España, cosa que le había hecho creer que iba a formar parte de la “E Street Band”, y de ahí, quien sabe, acabar siendo uno de los protagonistas de “Los Soprano”. Pero al final no se cumplieron sus sueños, y enloqueció. Solo espero que aun así, en su locura, prosperase, evitando así el destino que todos conocéis.Miguel y yo, ya podíamos afrontar tocar algunas canciones, Duran y Carlos ya llevaban eso de serie, y Antonio decía que sabía cantar.

¿Qué podía fallar? Solo nos quedaba encontrar un local para ensayar, uno de esos garitos del inframundo donde poder dar rienda suelta a todo el talento que llevábamos dentro, y regarlo con un desenfreno loco de alcohol y todo tipo de sustancias, un antro de perversión nos imaginábamos… pues no.Conseguimos el local de ensayo. Pero resultó ser el aula de preescolar de un colegio, donde nos dejaban ensayar los fines de semana cuando no había clase. Como es lógico, el sitio no fue el antro de perversión que nos imaginábamos, si no una bonita y luminosa aula con posters y murales con el abecedario, operaciones matemáticas elementales y algo de educación vial.

Nunca se nos ocurrió mancillar, por supuesto, aquel templo del saber, con ningún tipo de sustancia nociva para el cuerpo, más allá de algún paquete de rosquilletas. Recuerdo que cuando nos confirmaron que podíamos ensayar allí, estaba en clase, y solté una sonora expresión de satisfacción en voz alta, lo cual me costó una visita al despacho del director. No sería la última. Teníamos profesores de gatillo fácil. Vaya que sí. Entonces llegó el primer revés. Antonio, no tenía claro el tema de la banda, y nos comunicó su deseo de abandonar el barco, antes por supuesto de sacar tres o cuatro discos, y que su baja fuese aún más traumática. Decisión que como adolescentes adultos que éramos, comprendimos y respetamos. Antonio y yo seguimos siendo amigos hoy en día, y puedo decir sin temor a equivocarme, que a mis 42 años, aun no sé si sabe cantar o no, porque nunca lo he oído. Un saludo si lees esto truhan.

Como la maquina no se podía parar, tardamos unos minutos en decidir que el nuevo cantante de la banda sería yo, sin abandonar por supuesto, mi labor como guitar hero.No teníamos un nombre como grupo, así que, después de descartar un montón de posibilidades, dos nombres llegaron a la final. “Villanos” por un lado, y “Eureka y sus atunes” por otro. Nos quedamos con “Villanos” que nos definía bastante. A algunos de nosotros nos gustaban mucho “Héroes del Silencio” (igual mucho se queda corto), pero nos encontrábamos musicalmente en el lado opuesto.

Ellos eran héroes, nosotros teníamos que ser Villanos.

Compártelo