Ahí está esa gira. Te levantas y la ves. No es tu gira. Es la gira de alguien que conoces. Que has visto crecer. Alguien que escribe unas canciones horribles. Pero no quieres decir horribles como el que dice horribles y mira hacia otro lado. Así que coges y buscas alguna de esas canciones. No quieres centrarte en solo una persona así que eliges un par o tres. Un par o tres de músicos que tienen cientos de miles de reproducciones y giras y vas a analizarlos. Y que son de tu generación, claro.
Un momento, lo hacemos en primera persona mejor, si nos ponemos, nos ponemos. Entonces cojo unas cuantas canciones y las analizo. E intento ser ecuánime, no se me ocurre otra manera de serlo que comparar esas canciones con las canciones que me hicieron querer hacer canciones. Y efectivamente. Ninguno es Serrat ni Aute. Podría hacer este ejercicio con bandas, pero con bandas es menos doloroso. Y yo quiero dolor. Ok entonces cojo a esos dos o tres artistas, los disecciono, sumo sus cifras, repaso sus éxitos, cada nuevo vídeo es más doloroso que el anterior, cada uno de los comentarios de esa gente que parece no entender nada son puñales en mi corazón.
Pero no puedo parar, busco sus peores rimas, me nutro como chupitos con sus dobleces líricas, les veo las costuras, las trampas, y la gente ahí, pagando y pagando, en una espiral de falta de sentido y lujo ajeno que no está mi alcance, cada vez más rápido, cada vez más alto, cada vez más grande, cada vez más malos.
Maneja tu ego, me repito, maneja tu ego, me repito, oh mani padme hum, oh mani padme hum, respira, maneja. Y pum. Lo siguiente que recuerdo es despertarme en el suelo del salón. Y entonces, aún con algunos puntitos de luz en la vista, como si hubiera pasado las córneas por un colador, mientras miro al techo pancha arriba y noto que se me ha manchado la espalda un poco de café, y que la mesita pequeña lack ikea cinco pavos también está acostada a mi lado, junto al ordenador, ordeno mis pensamientos. Manejo mi ego.
Nadie necesita ser Aute ni Serrat ni Sabina. Eso lo necesitaba yo cuando escribía y tenía catorce años. Sentir que en cierta manera había que llegar a la más bonita, delicada, estricta y deliciosa imagen, ser agudo, ser honesto, ser punzante, ser irónico. Ser Deportivos. Cadena Ser. Ser gilipollas es lo que hay que ser, para estar aquí mirando el techo e hiper ventilando porque la gente de tu edad ya llena estadios. De tu edad no, de la mía, que manía con la segunda persona. Pero yo sé varias cosas. Y he venido aquí a este artículo a contarlas. Las verdades del barquero.
Uno. Ojo muchachos, los que padezcáis de esto, de esto del ego y tal, cogeos fuerte las manos y haced un corro que vamos. Uno, insisto, la gente que está llenando estadios nunca dejó de trabajar. Noooo, una loa al trabajo ahora nooo. Pues sí, aaron, pues sí, una puta loa al trabajo. Qué te piensas que hacía toda esa gente pateándose el puto país, Sudamérica, la luna, la Cochinchina, trabajar, estaban trabajando mientras que tú bailabas en el baño de la 12&medio o dormías en el suelo de una furgoneta volviendo de Vigo. Haber trabajado tú. Yo trabajé. Yo hice giras, me fui a Argentina, grabé discos. Pero luego paré. Tachán. Claro, luego paré. Bien, esto está bien porque esto me conserva el ego. Porque esto lo que dice es que es trabajo y no talento lo que importa y funciona, que ellos insistieron y que yo simplemente dejé de hacerlo para hacer otras cosas. Esta solución mantiene mi ego calentito bajo la tormenta.
Dos. Ah, ¿que no hemos acabado? No hijo, no, dos. Los buenos de verdad y que han trabajado y han seguido sin importar como vinieran dadas, están donde tienes que estar, así que yo o no he trabajado lo suficiente (¡¡QUE CLARO QUE NO!!) o no tengo el talento suficiente. Aquí noto como mi si mi ego tuviera mucha sed y anduviera por el desierto, viendo visiones, sintiéndose morir bajo el sol. Vale, entonces lo que hacía falta para llenar estadios con tu carita y tus melodías era trabajar mucho o ser muy bueno. Parece que no hice ninguna de las dos y por eso estoy aquí, manejando mi ego. Eso parece. Pero aún hay más. No por favor, más no.
Sí, hay más. ¿Sabes qué hizo esa gente que tú odias cuando no manejas tu ego, que detestas en privado y aplaudes en público? No, otra vez la segunda persona no. Sí, otra vez, contesta, ¿sabes lo que hicieron? Sí, me lo has dicho, tribijir michi, y eso, y ser buenísimos parece ser. A mí no me hables así, aaron, sin ironías ni gilipolleces. Ok, ok. Hicieron más cosas. A ver. Tuvieron putísima gran fe en su proyecto, siguieron una línea, no fueron dando bandazos, no se escondieron, se valoraron, no se rindieron, no creyeron que el halago era estúpido, contaron sus monedas, las invirtieron con acierto, estuvieron al lado de su público, fueron sumando persona a persona durante años, lo pasaron mal, pero aguantaron, mantuvieron un estilo, no cambiaron de color de pelo ochenta veces, no decidieron en cada puto disco que iban a revolucionar su vida, la historia de la música y que no iban a volver a cantar las canciones viejas, no se quitaron las redes sociales durante tres años en un gesto que noentendiónituputamadre ni pensaron en su habitación que la cultura como tal, ya había terminado su era y que posiblemente lo que debían hacer era inventar un nuevo modo de editar música que solo entendieras tú y revolucionara tu mundo, y no diera ni un puto euro de beneficio. No hicieron el gilipollas. Me estás intentando decir algo, ¿verdad?
Ahora sí, ya no vuelvo a la segunda persona. Antes de irme voy con una última cosa. Una cosa en la que me excuso siempre. Eso de que mis canciones son las mejores posibles para mí. Es decir. “Hago cosas para que me gusten a mí”. Y entonces me excuso en esa sensación porque si no le gusta a nadie no pasa nada, es simplemente el signo de los tiempos, el devenir de la cultura, los gustos mutando en derredor de la vida, pero a mí me gustan, y lo importante soy yo, no solo me adoro como creador, si no que me alzo al altar de único público importante y necesario. Al respecto de esto dos puntualizaciones, una, eso huele a paja (paja de tocarse) desde el otro lado de la puerta, y otra, ¿acaso creo que la gente mientras escribe piensa “dios que malo que soy, como he podido escribir esta basura y no tener cangrena en la mano”?, no hijo no, a la gente esa también le gusta lo que hace, o qué cojones me había pensado, ¿se puede ser más pedante y más triste y más sobreprotegido y pomposo?
No, ya está bien. Así que me levanto. Recojo el café con un paño que meto directamente en la lavadora y miro por la ventana. He aprendido algo en esta epifanía. Resumo. Comparar a los artistas del pasado con los de tu tiempo para denostarlos es trampa. La gente que ha conseguido muchísimo éxito ha trabajado y seguido una línea clara y concisa, han cuidado a su gente y han seguido contra viento, modas y mareas. Y yo soy una veleta. Además, eso que considero calidad solo está en mi cabeza, y comunicarse con la gente y llegar a emocionarlos es algo mucho más profundo y bonito, no poner un cristal entre ellos y tú y decir: ADORA ESTE ESCAPARATE DE MI CREATIVIDAD. Y ahora puedo con todas estas verdades manejar mi ego. Creo que sí. Suelto la cuchilla, sonrío al espejo, y salgo a dar un paseo. Una última segunda persona en formato de consejo, para que no se me olvide: Maneja tu puto ego.