Censura en el pasillo de los lácteos

Allí me encontraba yo, intentando tomar una trascendental decisión:

¿Quién se vendría conmigo esa tarde? ¿El pack de yogures griegos o el natural sin azúcar?

Mientras tenía una discusión conmigo mismo, escuchaba la canción que sonaba en el hilo musical del supermercado:

“Sesenta memorias perdidas” de Love of Lesbian. Canción del último (y fantástico) disco de la banda “V.E.H.N.”

Y justo estaba llegando a esa parte que dice:

Siempre me dicen
“Deja la cabeza y hazle caso a tu corazón”
Pero, ¿Qué hacer cuando tu corazón está fatal de la puta cabeza?

Iba cantándola para mí mismo siguiendo la voz de Santi Balmes cuando, de repente, la frase de “la puta cabeza” no se escuchaba. La música sí, pero la voz no.

¡Habían eliminado la pista de la voz en esa parte, para que no se escuchase la palabra “Puta” por el hilo musical!

Sorprendido, miré alrededor buscando la mirada cómplice de los demás clientes que rondaban por allí. Buscando esos ojos que dirían “¿Tu también te has dado cuenta, verdad?”

El ingenuo que vive al filo de la eutanasia constantemente dentro de mí, estaba convencido de que todas las personas que allí se encontraban compartían mis gustos musicales y mis prioridades mentales, pero qué va. Todo el mundo seguía con sus asuntos.

Asumí que a este tren sólo me había subido yo. Y con el yogur griego en la mano como si fuera una calavera y yo fuese Hamlet, comencé mi parlamento interno:

¿Qué estaba pasando aquí?

¿El que maneja el cotarro de los hilos musicales compartimenta la mente como yo y estaba seguro de que la palabreja iba a resonar en el hipotálamo de toda la gente volviéndolos locos?

¿Realmente alguien pensó que en estos tiempos de lo políticamente correcto, era mejor coger esa canción de Love Of Lesbian y borrar todo rastro de la palabra “Puta”, en lugar de coger cualquier otra canción de su repertorio que tuviera una letra para toda la familia?

¿A quién ofende la frase? Vamos a pensar un momento…

Los infantes que por allí pululan, pueden ser lo suficiente pequeños como para directamente no entender una sola palabra de lo que se oye por ahí.

Es más, pueden no tener absolutamente ningún criterio sobre nada de lo que os estoy hablando. Pero vamos más allá. Vamos a suponer que ya son lo suficiente mayores como para juntar palabras y construir alguna frase sencilla.

¿Alguien cree realmente que a edades tempranas la muchachada está pendiente de todo lo que se oye en el hilo musical?

Dejando a un lado este potencial público infantil, podemos asumir que el resto de la clientela es adulta.

¿Son ellos a los que el censor pretende defender de determinados usos pizpiretos del lenguaje?

¿Tan locamente inapropiada es la palabra en el contexto usado en la canción?

Mi ****cabeza sí que estaba fatal. Mi imaginación comenzó a volar más allá de Orión.

Intentaba encontrar la forma en la que podíamos ponerle al planeta una pegatina de estas de “Parental advisory, explicit content” que se viese desde el espacio (siento fastidiarte el mito, pero la gran muralla no se ve desde el espacio a ojos desnudos). Así en caso de un primer contacto extraterrestre, avisaríamos de que el contenido del planeta al que acaban de llegar es bastante explicito.

Con esto también estaríamos dando por sentado que los extraterrestres hablan inglés. Como en la mayoría de películas de ciencia ficción. Desde Arrakis a Tatooine, pasando por Krypton, todo el mundo se expresa en la lengua de Shakespeare (No olvidéis que yo, en ese momento tenía el modo Hamlet activado)

Pensé en un mundo donde los censores se extinguen porque la censura está prohibida.

¿Qué aspecto tiene un censor? ¿Es como tú y como yo?

De repente un señor mayor me tocó el hombro sacándome de mis pensamientos.

Quería saber si iba a decidirme con respecto al yogur, dejando de una vez por todas de taponar el acceso a los flanes de huevo y de vainilla.

Me dijo lo siguiente:

“Joder, decídete”

¿Y si las palabras malsonantes se habían apeado de sus propias canciones para poseer a todos los clientes del supermercado?

Algo así como en “La invasión de los ultra cuerpos” pero con palabrotas.

Me imaginé a mi mismo rodeado de personas de caminar lento y mirada turbia soltando exabruptos por la boca.

A estas alturas, más allá de la elipsis temporal, seguramente habrían pasado dos o tres canciones ya.

¿Quizás estaría sonando “Avalancha” de Héroes del Silencio sin la palabra “Cojones”?

¿”Idiota” de Los Ronaldos sin título siquiera? ¿O Idiota dejó de ser malsonante en el Siglo de Oro?

En fin, yo que sé.

La única censura debería partir de uno mismo. ¿No me gusta? Pues no lo consumo. ¿Me ofende? Paso de ello entonces.

Siempre hay elección. Siempre se puede dejar la obra intacta para uso y disfrute del que la quiera gozar íntegramente. Las posibilidades son infinitas, antes de eliminar la pista de la voz del cantante.

Yo, para reforzar la idea de la poca conveniencia de la censura, he escrito este texto completamente desnudo, embadurnado en yogur, con un montón de palabras malsonantes escritas en el cuerpo en varios idiomas.

¿Que con qué Yogur me he embadurnado el cuerpo?

¿Con el griego o con el natural sin azúcar?

Eso es otra historia que no viene a cuento ahora. Haz el favor de centrarte.

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