Movía la cabecita como un perro de adorno de coche, un extraño amaneramiento que me hacía suponer que quizás no le interesaba apriorísticamente, expresión que de hecho le oí decir a él por primera vez en mi vida. “Apriorísticamente”, hay que ser pedantón, Kevin, hay que serlo de verdad, óyeme.
Era tan inteligente y tenía los ojos tan brillantes que mi deseo desbordante e in crescendo me hacía confiar con fuerza en que valdría para los dos; que compensaría la ausencia del suyo. La envidia de pene me corroía y para aplacar aquella frustración llenaba el tiempo leyendo a Dante y presentándole comentarios de texto sobre fragmentos de La Divina Comedia que él releía en voz alta en clase de Literatura universal como ejemplo de una buena reflexión y escritura. Era un calienta mentes. Cada halago y alusión a mi talento nutrían mi esperanza que echaba los restos en un pulso imposible contra la realidad de su homosexualidad.
Una tarde fui a su casa a reclamar la nota del último examen que habíamos hecho sobre Torquemada en la Hoguera – un nueve y medio, fíjate-. Y, aprovechando la afortunada coyuntura de los carnavales, me disfracé de Groucho Marx. Lejos de parecer un avispado comicastro bailarín y fumapuros, lucía el candoroso aspecto de un efebo ceniciento. Cuando me abrió la puerta me metí el extremo del puro apagado en la boca y entré en su casa con el pizpireto aunque digno caminar de un icono. Él estaba comiendo fideos chinos y viendo Carrington – esa peli donde Emma Thompson está enamorada de su amigo gay y tienen un puntual momento de achuchón -. Le miré a los ojos y le dije: “No piense mal de mí, señor, mi interés por usted es puramente sexual”. Kevin me retiró con suavidad el puro de la boca y con el fino hilo de saliva que se formó entre el cilindro de tabaco y la comisura de mis labios restregó mi bigote falso con lenta lascivia y acercándose muy despacio a mi cara me besó con la cadencia de un anuncio de perfume carísimo. A continuación, hicimos un Boys don’t cry ayudados de sus aperos sexuales de sátiro solitario y fingí un orgasmo masculino con jadeos graves. Me besó en la frente y me subió la nota de Torquemada a un 10.