Fuckable Men

Marta encuentra entre sus cosas una libreta de cuando era adolescente. En ella están apuntados los nombres de 100 hombres con los que se plantea encuentros de distinta naturaleza.
Marta Díez San Millán

23/100. Bono

Por una carambola acabé trabajando en el ropero del “Lolita”, un after regentado por un brasileño que consideraba a Jennifer López y a Beyoncé las Patty y Selma del star system: “Esas tías están gordas” arguyó al darme el curro justificando no ponerme detrás de la barra: “Perturbarías la línea editorial.” Yo llevaba una mini falda de volantes que enfatizaba mis visionarias nalgas pretwerking.Sintiéndome un espectáculo circense, portadora de un culo ingente, mayúsculo y ofensivo; erguido e indisimulable en aquel universo de culos slim fit a lo Calista Flockhart, cuando un cliente llegaba con su abrigo, le daba la chapita de resguardo y esperaba a que entrase en el pub para darme la vuelta y colgarlo, por no realizar la maniobra completa en pompa de puesta de sol magnificente.

Y fue estando mi tren superior zambullido entre bastidores y el inferior ofrecido al público, enmarcado, redondo y poderoso como un planeta, cuando Bono carraspeó tras de mí. Emergí de la piscina chaquetonil con el flequillo alborotado, ruborizada y jadeante y le hice un levantamiento de barbilla, muy dispuesta a partirle la cara.Bono sonrió con voz nasal de alcohólico sinusítico: “Magnífica entrada, signorina.” Recogí su gabardina y me hizo una reverencia de gnomo de San Patricio: “¿No es una hora ridiculísima para llevar gafas de sol?”- (4:06 A.M.) Espeté. Se carcajeó con la cabeza hacia atrás, cual villano de Blancanieves: “No me gusta ver nítidamente lo que no hace falta.” Me dispensó un vistazo de abajo arriba y me tapé los pechos y el monte de Venus sobre la ropa. Aquel salido atravesaba la tela.

Asintió aprobando y me entregó una tarjeta con su nombre de pila “Paul David”, un “You’re a candle burning in my room” y su teléfono. Aparecieron dos rubias muy bronceadas, poco vestidas, con el culo fino y las tetas gordas. Se acoplaron cada una a un brazo, como un lego; oías el click de plástico duro. Seguro que pensó en mí durante el trío en el baño. Bono nunca salió del Lolita y no lo volví a ver. Acabé y fui directa a Hojaldres Alonso. Miré la tarjeta y el número se había borrado; estaba escrito con tinta deleble.