Como yo

Ese barco de salvamento marítimo a ciento cincuenta metros de la playa de Carboneras es como yo. Fondeado a medio horizonte, rojo mate por el óxido, que hoy no salva a nadie. Que es transitado a veces por multitudes y después se hunde pero no del todo. Que tiene un nombre que no conoce nadie. Que las heridas configuran un cuadro de Basquiat en su lomo invisible.

Este amago de lluvia es como yo, que lleva toda la tarde en vilo, que no se atreve pero en el fondo es que no puede. Que se hizo grande en la distancia y viene gastado hacia este plano del que poco o nada sé. Que escaló de grises alguna escena, que empujó parejas a los portales, que dejó a medias conversaciones que ya no tienen ningún sentido.

Esa rama (de ese árbol) es como yo, temblando en su cama de hojas, cubierta de la intuición del invierno, apuntando hacia el cielo a veces. Que estuvo llena y luego vacía y luego llena pero que ahora está vacía. Que se sabe sujeta y sin embargo ahora flota frágil y grave.

Ese acorde menor, tocado así de forma suelta, es como yo. Que desciende y se arruga. Que ha participado de mil canciones pero ahora camina por una ciudad de asfalto y silencio. Que fue dedicatoria y denuncia. Que no se derrumba. Que le basta una nota para cambiar de idea.

Gonzalo Higuaín es como yo. Que juega lejos. Que todas las semanas se sincera en foros cada vez más raros. Que falló lo importante. Que acertó lo demás. Que vivió a la sombra. Que es extranjero hasta de si mismo. Que es carne de meme. Que es la ciudad en ruinas de mis mejores años.

El merendero Los Pollos es como yo. Que arde hacia el fin de semana. Que guarda el álbum de todas las familias del mundo. Que espera el verano como forma de vida, con asfixia y la copa en la mano de tu tío, diciéndote con apenas diez años que te tomes una cerveza. Con la mirada de tu abuela teledirigida hacia los años que no se intersecan con los tuyos.

Sin embargo esto que ves -lo siento- no soy yo. Que me rompí mirando por la ventana de un autobús de línea en Dublín. Que soy un ultraprocesado: insano, fluorescente e indigesto. Que me arañé con cada esquina de Madrid y me arrastré como un pájaro verde hasta las peores peluquerías de Usera. Que llevo el nombre de mi abuelo como un estandarte invisible. Que me desvanezco en los edificios oficiales, que soy una lagartija recorriendo tu espalda. Que me aferro a ti y me deshago en el elogio de tu cuerpo. Que te abrazo y te sostengo con unas manos, que no son las mías.

Compártelo