Matar a uno en Alicante

Tener trece años es humillante, sobre todo si eres un chico normal. No sólo es humillante para ti, sino también para la gente que te quiere, lo cual lo hace doblemente humillante. O quizá la mitad.

Algo así debieron pensar el chico y sus padres, supongo. Al salir del colegio por la tarde, dos gitanos pequeños le asaltaron. Tendrían 10 años, no más; uno de ellos lo amenazó con la uña del dedo meñique (con la uña, sí) y lo fueron conduciendo entre las calles, siempre a 5 metros detrás del chico, para no levantar sospechas, hasta llegar a unas vías de tren abandonadas entre la maleza ya casi a las nueve de la noche. El extrarradio del extrarradio. Una vez allí, le dieron un guantazo, lo obligaron a descalzarse y le quitaron las zapatillas. El chico se tuvo que volver descalzo a casa y cuando apareció ya pasada la hora de la cena, su padre le dio otro sopapo. Por llegar tan tarde. Cuando el chico explicó que le habían robado las zapatillas nuevas dos chicos más pequeños (en tamaño y en edad) que él se llevó otro. Tres en total. Es fácil adivinar cuál le dolió más. O puede que no.
A mí me lo contó mi primo al día siguiente porque iba a su clase y eran más o menos amigos. Ese mismo día se empezó a correr la voz y se enteró todo el colegio en el recreo, de tal modo que se convirtió en el hazmerreír de los chavales  durante todo el curso. Incluso le empezaron a pegar otros abusones (éstos ya de manual). Yo también me reí de él, por aquello de no llamar la atención.

Al año siguiente, ya cumplidos los catorce, apareció el primer día de clase con un Camel en la oreja, camiseta blanca ajustada de tirantes, el pelo al cenicero y fuerte como un cabrón. Creo que fue la primera vez que vi músculos en alguien de mi edad. Se llamaba Jose Mata. “El Mata”. Durante ese curso se dijo mucho aquello de “El Jose mata”. Cuidado con El Mata, que te mata. ¿Qué hace Jose? ¿Qué habilidad tiene? Mata. Mauro Silva y Jose, pues mata. Todo esto con catorce años.

Él no fue un matón, ni un abusón, ni un gamberro. Ni siquiera un criminal o un delincuente. No, no. Él fue, durante ese curso, una cosa totalmente desproporcionada. Rompedora. Le duró su esplendor sólo una temporada, como a los buenos futbolistas, aunque con el entumecimiento de la nostalgia parezca que estuvieron al más alto nivel tres o cuatro años. Nada de eso. Su Mundial de USA 94 fue éste y no otro.
Su programa político fue el siguiente: Pegar todo lo posible a toda la gente posible. Robar cosas y romperlas. Fumar en clase. Fumar porros en clase. Hacerse pajas en clase y cagarse en los muertos del director en el despacho del director. Lo expulsaron dos o tres veces pero siempre volvía. Lo que eran las cosas. Ese año, mi último en el colegio antes de pasar al instituto, empezó a venir la policía a la salida de clase, por la tarde, por si alguien mataba a alguien. Habíamos pasado, en tan solo un año, de tener miedo por si nos pillaban tirando bolas de papel higiénico mojadas al techo del baño de la escuela a tener miedo por si nos mataban. Estamos hablando de un colegio privado católico todo el tiempo, no eran las fabelas de Brasil. En fin. Yo no sé cómo conseguí escaparme, pero jamás me hizo nada. Creo que no sabe ni que existo. Aunque ahora que lo pienso, recuerdo que una vez me miró de arriba a abajo en mitad del pasillo, se rio y se fue con actitud de perdonarme la vida. Y ésta es mi manera de darle las gracias.

No sé. Al parecer lo tuvo que pasar muy mal el pobre durante el curso anterior, cuando lo del robo. Además, tenía una cosa muy llamativa, que no ayudaba mucho, y es que se le ponía muy roja la cara cuando estaba avergonzado, que era casi siempre, quiero imaginar. Total, que muchos años más tarde me contaron que mató a uno Alicante y estuvo una temporada en la cárcel. Pero vete tú a saber qué le habrían hecho.

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