Una peli de Michael Douglas

Hay una peli de Michael Douglas que es muy bonita. Empezar así una crítica ¿eh? La crítica naif de alguien muy sencillito...

Hay una peli de Michael Douglas que es muy bonita. Empezar así una crítica ¿eh? La crítica naif de alguien muy sencillito. Es muy bonita y acaba bien ¡ay! ¡Ya te la reventé! Va sobre un tipo que en algún momento fue un niño superdotado. Se entiende que intelectualmente, porque no trabaja en un circo. Y ahora es un cincuentón normal que da clases de literatura en la universidad y va por la página cuatro mil quinientos de su novela. En algún momento el hombre le deja leer el borrador a Katie Holmes – no preguntes por qué – y ésta le dice: “Tu problema es que no sabes tomar decisiones y escribir es tomar decisiones.” Es decir, deja de divagar y hacerte pajas con tus bobadas porque a nadie le interesa la masturbación mental de un marrano amargado. (Tendrías que ver su albornoz rosa lleno de lamparones de chocolá). ¡Ve al grano, Maicol! Desde que lo conocí siempre me he identificado muchísimo con este personaje. Salvo por lo de haber sido superdotado o tener boca tajo o llevar albornoz (es que es una cerdada, tío, piénsalo). Pero no sé tomar decisiones y por eso, a pesar de las drogas, los tríos, los viajes y la aniquilación sentimental, nunca podré acabar una novela. No soy capaz de afinar el tiro, de focalizar la cuestión. Dudo que la culpa la tenga yo, porque no soy cristiana ni adepta a ninguna religión particular y lo de la culpa no va conmigo. Los remordimientos sí, por supuesto, pero la culpa… no way, man.  Me consuela que le pase al mundo entero de entre catorce y cincuenta y siete años y por eso ahora todo vaya en monodosis. El tiempo justo para mantener la atención un ratito sin que te empiece a doler el cuello o cantes manamaná dudú dudubi en tu cabeza llegados a un punto. Fíjate que este texto ya se me ha pasado de frenada, así que me voy. Pero mírate Jóvenes prodigiosos, aunque sea en tres tandas. Haz el divino favor, joder.

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